Esa fue la pregunta que llevó al norteamericano Andy Griffith a buscar (sin éxito) una organización de varones conscientes de que el lema «mi cuerpo, mi decisión» es incorrecto. Por lo que el, Sintiendo que «tenía que hacer algo», Prolife man, una iniciativa que busca reunir a miles de «guerreros provida» y que, bajo el lema «nunca más callados», ofrecen (según ellos) nuevas perspectivas y estrategias al movimiento provida.

Guerreros provida

Andy Griffith supo que no podía permanecer indiferente y decidió dar un paso adelante. «Estaba convencido de que necesitaba hacer algo en el movimiento provida. Necesitaba salvar a los bebés del aborto. Busqué en internet grupos provida centrados en los hombres y no encontré nada», relata.

Al investigar sobre cómo el aborto y la lucha provida involucra a los hombres, Griffith descubrió que buena parte de ellos se han desentendido y asumen que «no tienen voz en esta decisión porque el cuerpo [embarazado] es el de la mujer». 

Mientras, veía algunos casos de hombres cuyos hijos iban a ser abortados. «Querían quedarse con su bebé, incluso se ofrecen a criarlos ellos solos, pero sus esposas, novias y parejas no les hacen caso ni les dejan opinar. Los hombres también se ven afectados por el aborto” 

 ¿Los hombres también se ven afectados por el aborto?

No. 

Es importante identificar las barreras y los medios para una participación responsable de los hombres en la salud sexual y reproductiva social sobre género y masculinidad, pues existen determinantes  condiciones de privilegio que viven los hombres como consecuencia del sistema de relaciones que los coloca en una posición de poder con respecto a las mujeres.

 

Este “poder” no es producto de sus atributos personales, sino del conjunto de prácticas y discursos sociales construidos en torno a los modelos dominantes de masculinidad, lo cuál ha permitido a los varones desatenderse de las consecuencias de sus prácticas sexuales y delegar en las mujeres los mayores costos y responsabilidades, o bien, buscar limitar sus derechos sexuales y de salud.

La responsabilidad de los hombres en el caso del aborto resulta más compleja por diversas razones: 

  1. En primer lugar, porque en este ámbito los hombres han sido invisibles tanto para las políticas públicas como para la sociedad en su conjunto y con frecuencia no queda claro el alcance de sus responsabilidades.
  2.  En segundo lugar, el debate moral alrededor del aborto esta basado en un discurso que criminaliza a las mujeres, lo cuál, se traduce en sanciones jurídicas y sociales que muchos hombres no están dispuestos a compartir, ante una moral pública que las condena sin siquiera escucharlas. 
  3. En tercer lugar, el hecho de que el aborto es un acontecimiento que recorre exclusivamente el cuerpo de las mujeres, tanto en el plano material como en el simbólico, crea un desbalance de poder en cuanto a los costos y las responsabilidades de cada uno(a) y hace difícil lograr acuerdos cuando no existen sentimientos de empatía o vínculos de solidaridad. 

Ante un embarazo no deseado, no hay manera de actuar que no tenga consecuencia para las mujeres, no es así para los hombres.

No podemos omitir que el aborto, es un hecho político delimitado por un sistema a nivel institucional, normativo y simbólico, pero también constituye un hecho político al hablar de la necesidad urgente de garantizar que todos los derechos sexuales, así como de salud puedan ser ejercidos por todos y todas. 

A nosotros, los hombres, solo nos corresponde pronunciarnos por el respeto por el derecho a decidir de las mujeres sobre su vida sexual y reproductiva, así como en contra de la criminalización que sufren cuando deciden interrumpir su embarazo y reconocer que la falta de acceso al aborto legal, seguro y gratuito es una clara violación a sus derechos humanos.